Alimentación sana
Las Asociaciones y la alimentación
Piscología de la Alimentación
Hay buenos y malos recuerdos, y puede
asociarse algo bueno del pasado con algo similar en el presente, o algo añejo y
malo con algo nuevo y placentero, o viceversa.
Como ya habrá notado, las cosas no son
simples, y las asociaciones tampoco lo son.
Las asociaciones tienen un desarrollo lineal, claro y obvio. Pero resulta que, como con los estímulos, las asociaciones también se presentan en dos formas. Las hay antiguas y casi ancestrales, sumergidas en el infinito océano de esos primeros años de vida que uno no recuerda concientemente (aunque en algún lugar están para siempre) y las hay nuevitas, aggiornadas a los tiempos presentes de cada uno de nosotros. Y por supuesto interfiriendo, para bien o para mal, en las cosas que hacemos.
Y aún más: algunos registros que guarda el cerebro se desdoblan, producto de la represión que ejerce el psiquismos sobre todas aquellas cosas que le pueden afectar o para lo cual no está preparado para soportar (por ello muchas asociaciones se dan en épocas tempranas del ser humano cuando todavía no tiene un psiquismo constituido para defenderse y soportar el trauma): el hecho concreto, o a representación, por un lado y el sentimiento que provocó ese hecho por otro.
Cada una de esas partes puede adherirse al complemento que le falta tomado de otro desdoblamiento, parecido o distinto, creando algunas complicaciones tales como que un hecho concreto objetivamente positivo sea cargado con sentimientos negativos tales como angustia o miedo. Esto explica, por ejemplo, el miedo a un progreso personal a todas luces bueno y productivo, pero que el sujeto no se atreve nunca a asumir, postergándolo indefinidamente y encontrando excusas que va renovando a fin de no dar un paso que lo angustia sin saber concientemente el motivo.
Las asociaciones tienen un desarrollo lineal, claro y obvio. Pero resulta que, como con los estímulos, las asociaciones también se presentan en dos formas. Las hay antiguas y casi ancestrales, sumergidas en el infinito océano de esos primeros años de vida que uno no recuerda concientemente (aunque en algún lugar están para siempre) y las hay nuevitas, aggiornadas a los tiempos presentes de cada uno de nosotros. Y por supuesto interfiriendo, para bien o para mal, en las cosas que hacemos.
Y aún más: algunos registros que guarda el cerebro se desdoblan, producto de la represión que ejerce el psiquismos sobre todas aquellas cosas que le pueden afectar o para lo cual no está preparado para soportar (por ello muchas asociaciones se dan en épocas tempranas del ser humano cuando todavía no tiene un psiquismo constituido para defenderse y soportar el trauma): el hecho concreto, o a representación, por un lado y el sentimiento que provocó ese hecho por otro.
Cada una de esas partes puede adherirse al complemento que le falta tomado de otro desdoblamiento, parecido o distinto, creando algunas complicaciones tales como que un hecho concreto objetivamente positivo sea cargado con sentimientos negativos tales como angustia o miedo. Esto explica, por ejemplo, el miedo a un progreso personal a todas luces bueno y productivo, pero que el sujeto no se atreve nunca a asumir, postergándolo indefinidamente y encontrando excusas que va renovando a fin de no dar un paso que lo angustia sin saber concientemente el motivo.
Estas asociaciones, con las que cargamos
todas las personas, interactúan con los estímulos conduciéndonos hacia el
alimento o para dicho, hacia un alimento en particular.
Le voy a dar un breve ejemplo: Un bebé se
sobresalta por el ruido fuerte de un plato que se estrelló contra el piso y
comienza a llorar. La madre lo alza entre sus brazos, los mismos brazos que
unas horas antes lo habían alzado para acercarlo a la teta tan amada. Doce años
después, cuando se rompe un plato, el sujeto experimenta una sacudida
desproporcionada con el estímulo real. Seguramente este segundo plato roto, no
va a provocar ninguna reacción, después de todo no es nada tan relevante. Eso
suponemos, pero no podemos saberlo.
Imagine que pasaría si aquel ruido de cuando era bebé, hubiese sido una agresión de su padre hacia su madre seguida de llantos, gritos e insultos, y los brazos que el siempre espera cuando llora, no llegaran, porque su madre esta ocupada en su propio dolor. ¿Y si esta historia se repitiera?
Imagine que pasaría si aquel ruido de cuando era bebé, hubiese sido una agresión de su padre hacia su madre seguida de llantos, gritos e insultos, y los brazos que el siempre espera cuando llora, no llegaran, porque su madre esta ocupada en su propio dolor. ¿Y si esta historia se repitiera?
Ocurre que esos pequeños o grandes incidentes que
nos ocurren quedan grabados en la alguna parte, y ni siquiera los recordamos
cuando son asociados en el futuro. Y ahí esta el tema: cuando algo nos ocurre
en el presente, es muy probable que sea asociado a algo similar (o que creemos
similar) de nuestro pasado.
En realidad lo que nos afecta no es el hecho traumático en sí, sino el recuerdo de ese hecho traumático lo que nos afecta y ocurre a nivel inconsciente y es por ello que no sabemos que es lo que nos afecta.
¿Qué tendrá que ver con la alimentación? Muchas de esas asociaciones se hacen presentes en el momento de comer, es decir que en el acto de comer aparecen otros elementos.
¿Te has preguntado por qué cuando estamos angustiados algunas veces buscamos comer algo rico para calmar nuestra angustia?
¿Será que se conformó la asociación de la angustia con los alimentos cuando nuestros padres cuando eramos muy pequeños al vernos llorar enseguida decían: "Tiene hambre" y nos encajaban la teta o la mamadera?
En realidad lo que nos afecta no es el hecho traumático en sí, sino el recuerdo de ese hecho traumático lo que nos afecta y ocurre a nivel inconsciente y es por ello que no sabemos que es lo que nos afecta.
¿Qué tendrá que ver con la alimentación? Muchas de esas asociaciones se hacen presentes en el momento de comer, es decir que en el acto de comer aparecen otros elementos.
¿Te has preguntado por qué cuando estamos angustiados algunas veces buscamos comer algo rico para calmar nuestra angustia?
¿Será que se conformó la asociación de la angustia con los alimentos cuando nuestros padres cuando eramos muy pequeños al vernos llorar enseguida decían: "Tiene hambre" y nos encajaban la teta o la mamadera?
Espero no haberla complicado mucho.
Pedidos o consultas a:
mejora-tuvida-hoy@hotmail.com